Fecha de presentación: junio, 2020 Fecha de aceptación:
agosto, 2020 Fecha de publicación: octubre, 2020
La socialización en el niño con autismo: retos
para la educación familiar, en tiempos de aislamiento social
M.Sc. Aylin Pentón Quintero[1]
ORCID: https://orcid.org/0000-0002-6981-9757
Dr. Rogelio Bermúdez Sarguera, PhD.[2]
rogelio.bermudezs@ug.edu.ec
ORCID: https://orcid.org/0000-0003-3293-9242
Cita sugerida (APA, sexta edición)
Pentón Quintero, A. & Bermúdez Sarguera,
R. (2020). La
socialización en el niño con autismo: retos para la educación familiar, en
tiempos de aislamiento social. Revista Mapa, 1(21), 1- 26. Recuperado de http://revistamapa.org/index,php/es
RESUMEN
La dinámica
de procesos educativos en función de los cambios socio - económicos,
científicos y la esencia humana de la educación, son referentes importantes
para comprender la superación profesional que requieren los pedagogos en la
actualidad. Los directivos y los
docentes encargados de dirigir los comités académicos de las maestrías son, en
última instancia, los que aplican las políticas de acuerdo a sus realidades. Es
el pensamiento de estos o de los grupos que integran, los que hacen viable o no
las altas metas estatales; luego el factor humano, su preparación, implicación,
disposición y el nivel de conciencia con que El presente artículo pretende
aproximarse a la realidad que enfrenta la familia de niños con autismo, en
medio de la situación epidemiológica mundial que desafía a la humanidad;
pandemia generada por la aparición del nuevo virus Covid-19. La humanidad ha
precisado de nuevos modos de convivencia, donde el aislamiento social es una de
las medidas a tomar para su afrontamiento, modificando así la dinámica
educativa familiar de los niños con autismo. El objetivo del trabajo apunta a
la descripción de las condiciones actuales de estimulación sobre las que se
promueve el desarrollo de la socialización de los hijos, reto a desempeñar a
cabalidad desde los roles y funciones de la familia, con modos de
acompañamiento e influencia educativa diferentes en la escuela, bajo nuevas
modalidades de atención, a saber, a distancia, virtual y online. Entre
los métodos investigativos aplicados en este trabajo se encuentran el
histórico-lógico y el analítico-sintético, como métodos teóricos, así como el
análisis de documentos, como método empírico. Los principales resultados
obtenidos se traducen en la valoración del concepto de socialización y los
nuevos modos de actuación de las familias y el contexto educativo,
predominantemente en función de optimizar la socialización en los niños con
autismo, toda vez que la realidad distante y, por ende, todo contacto social
para ello se encuentra limitado ante la catástrofe epidemiológica que ha
azotado a todos los seres humanos, sin distinción de circunstancias.
Palabras Claves: autismo, aislamiento
social, educación familiar, pandemia,
socialización
ABSTRACT
This article aims to
approximate the reality faced by the family of children with autism, amid the
global epidemiological situation that challenges humanity; generated by the
emergence of the new Covid-19 virus. Humanity has needed new modes of
coexistence, where social isolation is one of the measures to be taken for its
confrontation, thus modifying the family and educational dynamics of children
with autism. The objective of the work points to the description of the current
conditions of stimulation on which the development of the socialization of
children is promoted, challenge to perform fully from the roles and functions
of the family, with different modes of accompaniment and educational influence
in the school, under new modes of attention, namely remote, virtual and online.
Among the research methods applied in this work are historical-logical and
analytical-synthetic, as theoretical methods, as well as the analysis of
documents, as an empirical method. The main results obtained translate into the
new modes of action of families and the educational context, predominantly
based on optimizing socialization in children with autism, since distant
reality and, therefore, all social contact for this is limited in the face of
the epidemiological catastrophe that has struck all human beings, regardless of
circumstances.
Keywords: autism, social isolation, family education, pandemic,
socialization
INTRODUCCIÓN
La
humanidad vive días excepcionales, en los que la dinámica y rutina social,
familiar y personal, se han visto modificadas radicalmente en el despliegue de
relaciones y actividades habituales de su existencia. La presencia de la
pandemia por la Covid-19 ha sido abarcadora a escala mundial, sin distinción de
clases, razas ni condiciones de desarrollo, lo que ha llevado a un cambio
drástico de las conductas sanitarias, en todos los contextos de la actuación
humana. Esto también tiene lugar en los ambientes de aprendizajes,
fundamentalmente en aquellos donde existen personas necesitadas de la
influencia educativa especial e institucionalizada; por ejemplo, allí donde hay
personas con enfermedades mentales
como el
trastorno bipolar y la esquizofrenia; aquellos segundos que padecen de dificultades de aprendizaje y trastornos del
neurodesarrollo, como
el autismo. Las personas con Trastorno del Espectro de Autismo (TEA),
especialmente los niños, adolescentes y jóvenes, han alterado su comportamiento
significativamente, debido a los nuevos hábitos que han tenido que aprender, en
aras de cuidar su salud, ya quebrada, en algún sentido, a raíz de dicho
trastorno. No es difícil advertir que uno de los rasgos más conspicuos de estas
personas es la obsesión por las rutinas, que han desaparecido parcial o
completamente ante las transformaciones bruscas y repentinas de la vida
cotidiana, causadas por la COVID-19. Estas vicisitudes del diario bregar hoy han provocado
trastornos psicológicos, preponderantemente, en sus esferas de regulación
cognitiva, afectiva e instrumental que, de acuerdo con el grado de gravedad, su
comportamiento se haya dependiente en mayor o menor medida de los recursos
psíquicos con que cuente, condicionados, en primer lugar, por los padres y la
escuela.
No obstante, dicho comportamiento
generalmente lo definen el trastorno de hiperactividad por déficit de atención,
déficit en la comunicación social, irritabilidad, agresiones y autoagresiones,
ansiedad, modificaciones en el sistema inmunológico, dispraxia, epilepsia,
problemas de aprendizaje, lo que conlleva a la disminución de su calidad de vida. En consecuencia, el reto se halla en
las prácticas oportunas de readaptación de dichas personas a estas nuevas
condiciones de vida y de educación. Por supuesto, a ellos les son arduas las
tareas de recibir terapia y practicar el distanciamiento social, debido a la
paralización de los hábitos otrora aprendidos. Todo esto nos hace pensar en la
necesidad inapelable de comprensión familiar y en el apoyo extraordinario e
ineludible que estas personas requieren del adulto.
DESARROLLO
De
este modo, estamos abocados a destacar algunos conceptos de base, sin el
abordaje de los cuales sería poco probable profundizar en la relación
COVID-comportamiento del niño con TEA. Dentro de ellos, pudiésemos hallar, en
primer lugar, los conceptos de socialización y estimulación y, en segundo
lugar, los conceptos de familia y comunidad, en la relación educativa especial
sobre su actuación contextual concreta, concepto introducido en las ciencias
psicológicas por Bermúdez y Rodríguez (2018).
La evolución de la especie humana está dada,
significativamente, por la continua búsqueda de satisfacción de las
necesidades, cada vez más crecientes; por el incesante intercambio de
información, de conocimientos, así como por la condición gregaria que nos
caracteriza como personas, condicionada por la actuación. En consecuencia, es
atinada la idea de Bermúdez y Rodríguez (2018) con arreglo a la cual
Tomar en consideración que la personalidad está
caracterizada por lo personal, es decir, lo construido por la persona misma, es
reconocer que su formación y desarrollo toma como pivote la situación social en
la que está inmersa y la situación natural a la que se circunscribe, las cuales
dan lugar a una situación de desarrollo privativa del fenómeno en sí mismo: la
situación personal, como lo necesariamente irrepetible. Esta personalización
(construcción) a partir de lo que en él existe como individuo natural y la
integración de lo que “toma” como sujeto social, tiene lugar a través de lo que
denominamos actuación [la cursiva es añadida]. (p.27)
De
ahí que un texto que se dedique a la problemática de la socialización no puede
dejar al margen el análisis de la actuación de la persona, por demás,
contextual y concreta. La situación social de desarrollo, concepto defendido
por el archiconocido investigador ruso Vigotsky, había dado al traste con las
posiciones marcadamente subjetivistas, enarbolando la bandera de la igualdad
para niños que no poseían la cultura suficiente para ejecutar con éxito los
denominados test psicológicos en la medición de la inteligencia, creado por el
psicólogo francés Alfred Binet y su estudiante Theodore Simon, primero, y
estandarizados en los EE. UU por Stanford-Binet, después.
La
pléyade de niños diagnosticados con dificultades de aprendizaje y déficits
cognitivos bajo esta escala, podrán ser
ahora absueltos bajo la defensa del gran pensador ruso. Es por ello por lo que,
en las ideas citadas, no nos constreñimos al carácter social de la situación de
desarrollo, sino que sería igualmente considerable la situación natural y
personal en el desarrollo psíquico del niño. Demás está señalar que, aunque se
ponga especial énfasis en la naturaleza social del desarrollo, no puede
obviarse la idea con arreglo a la cual lo natural y lo social constituyen solo premisas
de él. Lo psicológico deviene así un fenómeno que supera sus condiciones de
surgimiento, desarrollo y expresión. En consecuencia, la socialización bien
podría ser valorada como un fenómeno psíquico, más que un hecho de naturaleza
social, pues lo psíquico no solo integra en él lo biológico y lo social, sino
que, a diferencia del agua, no debe reducirse a sus condiciones de base.
Mientras que una molécula de agua es la sumatoria de dos átomos de hidrógeno y
uno de oxígeno, la actuación humana no lo es de la actividad y la comunicación
que en el niño se produce. Mientras el agua apaga el fuego, o lo mantiene o lo
aviva con el hidrógeno o el oxígeno, respectivamente, comportándose de forma
diferente de acuerdo con su composición química, la actuación humana no se
reduce a su actividad ni a su comunicación, sino que se erige como fenómeno
único resultante de la integración de esos hechos psíquicos. De manera que la
socialización no es solo la relación que el menor establece con los miembros de
su grupo de convivencia, sino también la susceptibilidad que aquel posea para
lograr aprender o aplicar los aprendizajes que en él han tenido lugar, con el
fin último de adaptarse a su contexto de vida. No debe perderse de vista que el
niño no aprende lo que los demás pretenden que aprenda, sino lo que es
susceptible de aprender, de acuerdo con su edad psicológica. Y este hecho
resulta aún más peliagudo cuando de niños con Trastorno del Espectro de Autismo se
trata.
a)
La
socialización: un hecho social trascendental o el principio de interiorización
Uno
de los pilares más importante, propuesto por la UNESCO para la educación y que
fue tratado en su informe oficial “La educación encierra un tesoro”,
conocido también como el Informe Delors, además de los aprendizajes
concernientes a CONOCER, SER y HACER, es aprender a CONVIVIR. A nuestro juicio,
este es uno de los aprendizajes más significativos que condicionan el respeto y
el orden en las relaciones humanas. Aprender a convivir implica participar y
cooperar con los demás, vivir el pluralismo, la comprensión mutua y la paz, tal
cual se declara por dicha organización. Esto nos hace pensar, sin remilgos, en
el concepto de socialización, entendido, en términos generales, “…como medio
[la cursiva es añadida] a través del cual los individuos aprenden [sic]
a lo largo de su vida, los valores y principios contenidos en su medio
ambiente [la cursiva es añadida]…” (…), permitiéndole desempeñarse con
éxito dentro de la sociedad. (n.a, 2020, n.l, ¶ 1). Sin temor al equívoco, el
hecho de considerar la socialización como medio hace que el concepto así
definido resulte contradictorio con las posiciones metodológicas que deben
prevalecer en su esencia. En otras palabras, la socialización ha de abordarse
justamente como actividad, como comunicación, en las que las acciones y
operaciones humanas, --léase la actividad y la comunicación de naturaleza
inconsciente y consciente--, deben ocupar el lugar cimero en el análisis, y no
precisamente las condiciones sobre las que aquellas se ejecutan, aun cuando
dichas ejecuciones no tendrán lugar más que bajo determinadas situaciones
concretas. Otro tanto sucede con la expresión valores y
principios contenidos en su medio ambiente, aprendidos a través de
aquel. Las preguntas de rigor no se hacen esperar: ¿qué entender por medio
ambiente?, ¿no resultan yuxtapuestos los términos medio y medio
ambiente, que, a la postre, intentan, sin laurel, conferirle diferencia a
aquellos términos en la frase?, ¿no es risible y de mal gusto el hecho de
aprender lo que está en el medio [ambiente] a través del medio? Y todo ello,
sin prestar atención rigurosa a que al individuo no le asiste facultad alguna
de aprender, pues el concepto de individuo sintetiza al ser biológico, pletórico
de reflejos incondicionados, al menos para la psicología como ciencia, y no al
ser psicológico que aparece luego de cuarenta días de nacido. Estos
malabarismos etimológicos solo funcionan como recursos lingüísticos de
desconcierto, lamentablemente.
El
aprendizaje, quiéralo Ud. o no, no se inicia en el recién nacido, sino en los
sujetos en los que ha surgido el psiquismo y que, por ende, devienen activos,
por el hecho singular de que ya comienzan a tender a la búsqueda del objeto –o
sujeto— que satisfará sus necesidades (Bermúdez y Rodríguez, 2018), y cuya
función no es otra que la de adaptarse al contexto en el que vive. Y ello solo
tiene lugar a partir del surgimiento del denominado complejo de animación.
Por
otra parte, resulta de extremo cuidado admitir aquella misma idea acerca de
que, en su desarrollo ontogénico, el sujeto o la persona aprenden los valores
y principios contenidos en su medio ambiente. Nada más lejos de la
verdad psicológica. Si así fuera, no se haría necesaria la ardua labor de todo un
ejército de educadores, que solo poseen, como instrumento de influencia al
cambio, la palabra. Tal parece como si esos hechos psíquicos estuvieran a la
mano como frutas del árbol. Lo que se trata de enfatizar es que no es posible
olvidar los legados de la psicología, en el sentido de que el desarrollo
psíquico, según Vigotsky, aparece en escena dos veces y, ante todo, primero en
el plano interpsíquico, es decir, en el plano de la necesaria relación con el
otro, con el padre, el maestro o el compañero de clase. Sobre la base de esta
última idea, debe descansar el concepto supremo de socialización. Todo esto nos
aboca, consecuentemente, al cuestionamiento de la validez de concepto y de
contenido de la frase que hemos sometido a análisis.
Como
bien puede advertirse, la expresión referida es lamentablemente ambigua, pues
primero se refiere al medio y, luego, como de la nada, lo hace a favor de la
sociedad. O sea, se aprende, tristemente refiere la frase, tanto del medio como
de la sociedad. ¿Acaso los términos medio, medio ambiente y sociedad
son una y la misma cosa o son contentivas de fenómenos singularmente
diferentes? Por solo blandir un argumento a favor del esclarecimiento del uso
correcto de los términos, cuando de medio se trata, se hace alusión a la categoría
metodológica, en tanto el medio ambiente se esgrime a tenor de
la ecología, y se corresponde con el conjunto de unidades ecológicas que
rodean e influyen en el ser vivo: vegetación, rocas, suelo, atmósfera,
microorganismos, animales, etc. La sociedad,
por su parte, deviene categoría en la estructura conceptual de la sociología
como ciencia. Así, no se hace difícil advertir la superposición perniciosa que
se esconde tras dichos conceptos en aquella infeliz expresión. En resumen, la
epistemología de las ciencias que participan en este análisis no puede
obviarse, ni mucho menos asumirse, festinadamente. Por si fuera poco, a todos
estos argumentos debe añadirse aún el carácter reduccionista del contenido de
la frase, dado en la focalización unívoca de la edad juvenil y, por ende, en la
supresión de las edades psicológicas restantes, inferimos. ¿Acaso algún niño
está absorto en su desempeño exitoso dentro de la sociedad humana? ¡Ni el
escolar; ni el adolescente tampoco! Al niño no le compete la comprensión de
conceptos como desempeño, éxito o sociedad. Sin embargo, lo que nadie puede
negar es que también los niños realizan determinadas actividades de aprendizaje
y se comunican con los adultos –padres y maestros--, en aras de la satisfacción
de las necesidades a las que dichas actividades se ven impelidas. Ser útil a la
sociedad se constituye en una de las actuaciones rectoras del joven, cuya
proyección al futuro hace que se prepare profesionalmente en el presente. Pero
eso no significa que el único que se prepara para la vida es él. El niño, en
sus periodos de mayor sensibilidad para determinados aprendizajes, también se
prepara, v.g., en el aprendizaje de la aritmética, las tablas de
multiplicar, en la corrección ortográfica, en el uso correcto de los signos de
puntuación, hechos que devienen regularmente lamentables con el ingreso del
joven a la casa de altos estudios u otro contexto superior de aprendizaje, por
no haber sido dominados en el periodo sensible correspondiente.
La
socialización es, por ende, un proceso de interacción ora como actividad ora
como comunicación, a nuestro juicio. La socialización no está a espaldas de los
denominados principios de interiorización y exteriorización de Vigotsky, por el
que entendía aquel proceso mediante el cual, en la relación interpsíquica, lo
social devenía personal; por ende, la personalidad –como conciencia social e
individual—no se crea al margen de dichos procesos, afirmaba el gran pensador.
Son los instrumentos de mediación, especialmente el lenguaje, los que favorecen
y condicionan lo aprendido, tanto a nivel procesal como resultante. En
síntesis, lo que tratamos de subrayar es que el concepto de socialización no se
aleja de la esencia del principio de interiorización, tan presumido en la
psicología como ciencia. Si los denominados procesos psíquicos, superiores en
las tesis vigostkianas, resultan del proceso de interiorización, y el
comportamiento del niño obedece, en el plano externo de lo psíquico, al proceso
de exteriorización, entonces no cabe duda de que el concepto de socialización
se yuxtapone epistemológicamente al concepto de interiorización de este autor.
Dicho de otro modo, el enfoque histórico-cultural no puede –ni debe— quedar al
margen de un análisis de este tipo. Aquí la idea trascendental refiere que la e
condiciona el surgimiento, desarrollo y expresión de la conducta
específicamente humana. Es mediante el proceso de interiorización que lo del
otro –el ser social—se vuelve nuestro –como ser individual. Tan relevante
deviene ese proceso en la configuración de lo psíquico, de la personalidad, que
se ha acuñado en esta ciencia como principio metodológico de primera
observancia.
Para
demostrar lo dicho, y a tenor de otras posiciones, el concepto de socialización
sigue yuxtaponiéndose al principio de interiorización. Considerada la
socialización como proceso de adquisición (López, 1985), apropiación (Blanco,
2001) o incorporación (Colectivo de autores, 2002), hace que este concepto se
alinee con la persona cuya personalidad resulta de su formación y desarrollo
psíquico y, por lo tanto, se olvida, sin compasión alguna, de la participación
ineludible de la familia, el maestro, el compañero y la comunidad en el
condicionamiento de los aprendizajes de naturaleza social, cultural e
históricos, negando así los denominados agentes socializadores que, si los hay,
es porque estos participan directamente o indirectamente en la apropiación
mencionada, por una parte y, por otra, negando solapadamente igual el carácter
activo del sujeto o de la persona en su adaptación al contexto de vida. Por
demás, si el proceso de socialización “es la apropiación por el sujeto de
los contenidos sociales válidos [la cursiva es añadida] y su objetivación,
expresada en formas de conductas aceptables por la sociedad [la cursiva
es añadida]” (Blanco, 2001, p.27), la vida social fuese una panacea y no
hubiesen personas cuya conducta fuese inicua con respecto al resto de los
integrantes de una familia o de una comunidad. Con ello, deseamos inferir, de
defender aquellas posiciones, que también estas últimas personas se hayan
sometidas a un proceso de socialización, de apropiación de una cultura
específica, que, por cierto, resulta hoy bastante evidente y extendida.
Hay
una segunda pléyade de autores, a juicio nuestro, obviamente, que se inclina a
la definición del concepto abordado sobre la base de la individualización,
subjetivación o personalización (Colectivo de autores, 2002; Fariñas, 2004),
como un intento de subsanar lo anteriormente definido por los autores que los
preceden en el análisis, pero que, a la postre, no se aleja de ellos.
Pretendiendo hacer explícita la propiedad inherente a todo sujeto o persona en
la posesión irrefutable de una naturaleza activa, en hacer especialmente suyo
el patrimonio social, olvidan que la individualidad, la subjetividad y la
personalidad no son una y la misma cosa, al menos para la psicología como
ciencia. Esto, sin considerar, que existen recursos personales instrumentales
que no obedecen a esa llamada personalización o subjetivación de lo cultural,
como lo es el caso de los instrumentos psíquicos para transformarla, a saber,
la comparación, la clasificación y la valoración.
Una
pequeña digresión.
Es
atinada la idea según la cual somos entes activos, capaces de buscar lo que nos
falta –necesidad, para la psicología--, mediante la actividad. En este sentido,
Demósthene y Campo (2020) sostienen que
La psiquis humana
refleja de forma activa [la cursiva es añadida] la realidad que rodea a
cada persona, lo que le brinda su carácter autónomo, diferente cualitativamente
a los fenómenos biológicos que, si bien constituyen premisas para el
desarrollo, posibilitan su existencia, sirven de base, no es, [sic] por sí
solo, elemento determinante en el desarrollo psíquico del individuo. (p.35)
En
efecto, somos seres activos hasta durmiendo. Lo psíquico inconsciente también
se expresa a través del sueño nocturno. De ahí que el mismo Freud considerara
que los sueños no son más que la satisfacción encubierta de un deseo reprimido.
Sin embargo, lo psíquico no puede reducirse a lo biológico, pero tampoco a lo
social, como creemos que late en el tintero de aquella frase última. Ni lo
biológico ni lo social hacen del psiquismo lo que es, sino es mediante la
actividad y la comunicación. Tanto lo biológico como lo social son solo
premisas del surgimiento de la personalidad, de la actuación humana. Dichas
condiciones no pueden ser juzgadas una en detrimento de la otra. Qué claro
estuvo Engels (1971) cuando, al responderle a Bloch, afirmaba:
El que los discípulos hagan
a veces más hincapié del debido [la cursiva es añadida] en el aspecto
económico, es cosa de la que, en parte, tenemos la culpa Marx y yo mismo.
Frente a los adversarios, teníamos que subrayar ese principio cardinal que se
negaba, y no siempre disponíamos de tiempo, espacio y ocasión para dar la
debida importancia a los demás factores que intervienen [la cursiva es
añadida] en el juego de las acciones y reacciones (p.492)
De
esas palabras, bien puede entenderse que lo biológico es tan importante como lo
social. De hecho, para el niño con TEA, los problemas comienzan desde las
alteraciones del sistema nervioso superior que le hacen en extremo difícil el
aprendizaje. Las relaciones de concomitancia aquí están sujeta a un orden muy
estricto: lo biológico y lo social, y no al revés. Por ende, aun cuando lo
social devenga relevante en el surgimiento del psiquismo humano, lo biológico
también es un factor determinante en su desarrollo, durante la ontogénesis. Lo
que la madre natura no da, Salamanca no presta, reza acertadamente el
proverbio popular.
Para
la ciencia, nada queda sobreentendido. Por lo que hay que preconizar el lugar
que le corresponde a lo biológico en el desarrollo psíquico y, precisamente, lo
que acontece en el niño con TEA, es una resultante de ello. Lo biológico, lo
social y lo psíquico son tres formas de movimiento de la materia bien
diferenciados, lo que no se hace explícito en la frase de las autoras que, al
parecer, asumen lo psíquico como lo social, hecho que solapa la dignidad de la
singularidad del psiquismo, como objeto de investigación de una ciencia que
solo alcanza la corta edad de un siglo de existencia.
La
categoría de interiorización sostiene la ley de la doble formación del
psiquismo, como habíamos referido con anterioridad, o sea, lo interpsíquico y
lo intrapsíquico, así como las relaciones que entre ellos se suceden. La
relación de sistemas de significados sociales y procesos de apropiación del
sujeto implica la actividad o la comunicación (psicológicas), desglosada en
acciones u operaciones que requieren signos como mediadores indispensables
(Vigotsky, 1979). De ahí que compartamos con Terigi (2011) y Espinel (2012) la
idea de que
los procesos de aprendizaje escolar implican el
desarrollo cultural de los niños [la cursiva es añadida] y requieren
condiciones que exceden por mucho la forma escolar tradicional normalizadora. Requieren
interacciones [la cursiva es añadida] que sostengan lo que de singular
pueda surgir en ese encuentro, capaces de habilitar transformaciones
subjetivas [la cursiva es añadida]. Suponen desnaturalizar la equivalencia
simbólica entre condición de niño escolarizado y el acceso al derecho a la e,
dimensionar la importancia de flexibilizar los determinantes duros y el régimen
del trabajo escolar e inventar estrategias alternativas para que cada uno
aprenda lo suyo en un dispositivo históricamente normalizador [la cursiva
es añadida]. (Citado en Castorina, 2005)
No
es difícil apreciar, no solo las condicionantes del proceso de aprendizaje del
niño, reflejados en el análisis de lo que a interiorización concierne en los
autores estudiados, sino también las condicionantes de la gestión profesional
del maestro, puesto al descubierto en esta última idea citada. Y esto compete
indudablemente también a la e y la vida singular de los niños con TEA.
Algunos
autores, en su desenfrenada y ciega carrera por hallar el Santo Grial de la
conducta humana, siguen la brecha de la creación de nuevos conceptos, cuando
bien pueden ser aplicados con efectividad, los ya existentes a la aparente
nueva situación de vida y e. Tal es el caso de los conceptos de socialización e
interiorización, a juicio nuestro, obviamente.
b)
La
familia, la escuela y la comunidad: tres contextos de actuación y un solo
objetivo en la e del niño con TEA
Aun
cuando en los textos especializados sobre la socialización se sugiere que
aquella comprende una etapa primaria, en la que la persona adopta las primeras
aptitudes intelectuales y sociales, vinculados a su entorno familiar, por
lo que es vital para su desarrollo personal y mental, permitiendo la fijación
de su identidad, y una segundaria, que sintetiza el objetivo de brindar a la
persona una forma diferente de percibir la realidad y que no es compatible con
la visión de los progenitores, sino con la de otros agentes socializadores externos
al círculo familiar, como profesores y amigos. Lo cierto es que no existe razón
lógica suficiente alguna para pretender realizar una periodización del proceso
de socialización, de la misma forma que el proceso de interiorización no está
sujeto a periodización alguna.
En
primer lugar, la no necesidad estriba en que toda periodización que se haga de
un objeto de investigación ha de responder a un único criterio de relación. En
otras palabras, Ud. bien puede asumir un criterio de periodización del desarrollo
psíquico del niño, en la ontogénesis, pero no periodizar las condiciones bajo
las cuales tiene lugar dicho desarrollo. Proceso y condiciones bajo las que
aquel se sucede, son diferentes. La socialización es, en efecto, una de las
condiciones sine qua non del desarrollo psíquico, pero no es el objeto
de estudio en sí mismo. Ud. no desarrolla la socialización, sino que ella se
modifica en función de las peculiaridades que sufre el objeto de investigación
en su desarrollo. Y eso es justamente de lo que se trata de identificar: los
rasgos conspicuos que van caracterizando al proceso de socialización en cada
etapa del desarrollo psíquico del niño, especialmente del niño con Trastorno
del Espectro de Autismo.
En
segundo lugar, es poco probable obviar en este razonamiento las relaciones de
causa-efecto que a todo objeto de análisis subyace. La pregunta de rigor debe
formularse en el sentido de cuestionar si la socialización es causa o efecto de
lo que en el niño con TEA sucede.
Los
contextos sociales como la familia,
la escuela y la comunidad constituyen la condición basal de la situación
–natural, social y personal—de desarrollo. La familia, como la escuela,
representa un contexto importante para el proceso de socialización,
pues son los primeros grupos sociales en los que el niño se inserta. La
relevancia de la socialización reside en que, a través de ella, el individuo se
convierte en sujeto y este, en persona. Así, el grupo social deviene pivote alrededor
del cual gira el desarrollo condicionado del niño, portador, en lo adelante, de
la cultura, costumbres y valores morales, a lo largo de una época determinada.
Para
la familia de los niños con autismo, estimular el desarrollo de sus hijos
resulta labor educativa de constancia y acompañamiento profesional. La
actualidad ha impuesto distintos modos de hacer a partir de nuevas rutinas para
todos sus miembros, pues el cierre de escuelas especiales y otras instituciones
de apoyo, desencadena gran reforma en la e familiar, siendo hasta el momento un
proceso estructurado desde la escuela teniendo en cuenta las particularidades
del niño, su familia y su comunidad.
Baste
señalar que una de las condiciones más amenazadas por la pandemia es la
relación física cercana de los niños con el educador. Y esto también se ha
visto trunco con el imprescindible aislamiento social.
El
aislamiento social irrumpe las rutinas establecidas para el desarrollo de las
áreas afectadas ante la presencia del autismo, siendo la socialización uno de
los procesos más significativos que requieren de mayor intencionalidad en su
atención y de mayor desafío familiar en medio de limitados vínculos para su
estimulación.
Consecuentemente,
la especificidad de la actuación de las personas con autismo se evidencia de un
modo peculiar, pues su actividad y comunicación –actuación—se encuentran
limitadas. De ahí que la socialización
en ellos se caracterice por:
·
el aislamiento
social significativo,
·
no manifestar
ansiedad de separación,
·
el pobre interés
en la relación con los coetáneos,
·
las dificultades
para establecer vínculos afectivos y compartir experiencias comunes y
preocupaciones conjuntas,
·
las alteraciones
en la interacción social y la relación con el medio,
·
la
correspondencia limitada entre los estímulos sociales y las emociones,
· la incapacidad para entender expresiones
faciales, posturas corporales o gestos.
En los niños con autismo, la socialización
ocurre de modo diferente. Las respuestas a los estímulos no se corresponden con
su modalidad ni su intensidad y el intercambio del niño con los demás suele no
responder a los cánones acostumbrados. Por lo tanto, dicho proceso debe ser
dirigido intencional, consciente y planificadamente, a partir de sus
características, potencialidades y motivaciones específicas.
Las
alteraciones presentes en el niño con TEA han sido objeto de observación, en el
contexto educacional, en la presencialidad, en ambientes propicios para
contrarrestarlas. Eso ha dado lugar a que los investigadores se pronuncien por
la elaboración de programas educativos, cuyo contenido aborde la estimulación
de la conducta del niño a través de la socialización Demósthene (2010). Son
notables los resultados obtenidos con la aplicación de estos programas, no solo
al considerar la primera infancia como objeto de investigación, sino también a
las familias y docentes del menor.
Lamentablemente, la pandemia desencadenó una
ruptura brusca en las relaciones pedagógicas observables maestro-niño con TEA,
por lo que los afectados se han visto en la necesidad de comunicarse a través
de las tecnologías de información y comunicación (TICs), en una realidad
virtual. Este hecho, sin embargo, obstaculiza la fluidez de los ejercicios de
aprendizaje y corrección de la conducta alterada y promueve, en mayor grado, la
ponderación de las influencias educativas de la familia como agente
directo de socialización, con carácter permanente. No es ocioso admitir, en
consecuencia, que dicho grupo social requiera de mayor preparación
metodológica, bajo las orientaciones pertinentes de la escuela.
La comunidad científica de
psicólogos y pedagogos, implicados en la e especial, ha ido perfeccionando los
modos de accionar en la estimulación de la socialización en los niños con
autismo, trascendiendo dicha influencia educativa el espacio físico escolar.
Cabe destacar algunas experiencias en la elaboración de un sistema de acciones
específicas para promover el vínculo de las escuelas especiales de niños con
TEA y su entorno. La experiencia concluye con la toma de conciencia social de
las necesidades educativas especiales de los niños con TEA, no solo a nivel de
los centros educativos aledaños, sino de toda la comunidad (Rosado, 2007).
Razón le asiste a Valle (2011), al referir
que:
La atención educativa al niño con autismo [sic]
en la actualidad demanda que en el desempeño profesional pedagógico del maestro
se evidencie, [sic] una actitud de disposición, aceptación e interacción
positiva, un conocimiento acerca del trastorno que conlleve a aplicar
procedimientos propios de la especialidad [sic] en total correspondencia
con los fundamentos teóricos de la educación, transformar la realidad con un
pensamiento científico decisivo y establecer condiciones particulares de
orientación entre el maestro, el niño, el colectivo pedagógico, la familia y la
comunidad” (p.5)
Con
ánimos de responder a la necesidad de preparar a la familia no solo en la
escuela, sino incidir con toda intención en el contexto comunitario, como
expresión más cercana de la sociedad, la educación familiar en la comunidad
donde residen niños con autismo puede ser definida como
un sistema de acciones educativas intencionadas desde la escuela,
que, a partir de la identificación de sus particularidades y potencialidades,
garantice la preparación sistemática,
consciente, participativa y diferenciada de los docentes, la
familia y su comunidad vecinal, para que estén en mejores condiciones de educar y facilitar la socialización del niño
con autismo [la cursiva es añadida]. (Pentón, 2017, p.28)
Es
loable la idea que, en esta dirección, defiende Campo (2012), sobre el papel de
la familia en el desarrollo de la sociedad y viceversa. Según la autora,
La familia se conforma y se configura en lo
social, [sic] es el intermediario entre sociedad e individuo y [sic]
a su vez [sic] es portadora de las normas sociales. Por ello [sic]
es significativo encaminar esfuerzos para conducir el proceso de Educación
familiar en vistas a alcanzar una mayor socialización tanto de los niños con
autismo como de sus familias. (p.21)
Aun
cuando pensamos que al proceso de socialización no le competen cambios
cuantitativos, como mayor o menor, tal cual se refleja en la idea citada, es
válido reconocer que la educación familiar ha estado sometida a cambios
dinámicos, desde sus orígenes. La propia familia como institución social se ha
modificado y diversificado, tanto en su estructura como en sus patrones de
funcionamiento, en lo general. No en balde, Engels la consideró célula básica
de la sociedad. El concepto de familia ha evolucionado hasta nuestros días; la
familia consanguínea hubo de convertirse en punalúa, sidiásmica y
monogámica-patriarcal, esta última, centro de regulares conflictos entre
cónyuges, provocando la ruptura de uniones conyugales, o de matrimonios
tolerados, separados, divorciados o anulados, sin obviar las discusiones
tirantes, los distanciamientos y el inadecuado proceder entre padres e hijos.
Ello no olvida que la familia debe ser centro de amor, paz y educación, de
relaciones gratificantes, de comunicación fluida, de seguridad y permanencia,
así como de apoyo y estabilidad emocional. Si el diálogo que debe caracterizar
a la familia es claro, abierto y sereno como medio de entendimiento y
comprensión indispensable para la comunicación de los miembros de esa institución,
entonces, por antonomasia, la dinámica de la familia en la que exista una
persona con TEA debe suscitar en extremo ese tipo último de relaciones.
Anterior
a la pandemia, se constatan investigaciones dirigidas a la implementación de
una estrategia de educación familiar, desde la escuela para niños con autismo
Campo (2012). Los resultados obtenidos focalizan concretamente las escuelas de
educación familiar, los encuentros entre familias, los boletines mensuales y
las visitas a actividades docentes, como vías para la educación de la familia,
de modo que adquiriera mayor protagonismo en el proceso educativo del niño con
TEA.
Hoy
día, en el nuevo escenario de las relaciones sociales, limitado por el
aislamiento social que genera la pandemia, dicha concepción metodológica de
preparación a la familia y el contexto comunitario, se precisa, más que nunca,
de adecuaciones o ajustes contextuales, debido a la connotada ruptura física
entre los agentes socializadores familia-comunidad. Bajo estas circunstancias,
la escuela ha de centrar su atención en la dinámica familiar, en las relaciones
específicas entre padres e hijos.
Diversas
son las preguntas que se plantean las familias para no retroceder en los logros
alcanzados en la socialización de sus hijos. Resultan recurrentes interrogantes
como las siguientes:
§ ¿Cómo reestructurar las rutinas de
estimulación que se desarrollaban en los contextos sociales?
§ ¿Qué hacer ante la imposibilidad de
vínculo familiar y conocidos?
§ ¿Cuáles son las vías de intercambio con
especialistas respecto a la preparación para el desarrollo de acciones, con el
niño en casa?
§ ¿Cómo incluir a todos los miembros de la
familia en las acciones de estimulación de la socialización del niño con TEA?
§ ¿Cómo habituar a los niños con TEA a las
nuevas medidas sanitarias de distanciamiento físico y aislamiento social?
En
sentido general, las familias presentan carencias en aspectos metodológicos
para la estimulación de sus hijos, más aún en momentos donde su proceder
depende de acciones muy peculiares, sobre todo ajustadas al contexto personal
concreto en el que el niño ejecuta sus actividades, también la de comunicación.
Y justo en ello hacemos hincapié producto del divorcio notable que se advierte
en las orientaciones para la ejecución de las acciones en una realidad ahora
muy específicas y bajo condiciones muy impares.
Con la
pandemia, es notorio el incremento de vías de educación a las familias de niños
con autismo; esta vez, mediante las modalidades a distancia, virtual y online.
Distintos medios se acercan a la realidad familiar en situación de aislamiento
social: publicación de artículos científicos, difusión de manuales y guías de
apoyo entre las comunidades y familias de niños con TEA; tal es el caso del
material Muéstrales el camino, presentado por la UNICEF (Campo y
Demósthene, 2020).
Fundaciones
como la Garrahan y Brincar (Argentina), Unión Autismo y Neurodiversidad
(Chile), Autismo en Voz Alta (Venezuela), Querer, Plena Inclusión y
Confederación AUTISMO España, entre otras, han sugerido ambientes para la
socialización de los niños, en contextos donde el confinamiento estricto se ha
extendido. Universidades, centros especializados, sitios de ayuda, portales
informativos, diarios, blogs, grupos de apoyo, entre otros, cumplen con sus
funciones para que, aun en la distancia, las familias logren acceder a la
metodología de actuación educativa concreta, en situaciones difíciles, como en
la que nos encontramos hoy día.
En
respuesta a los cuestionamientos anteriormente expuestos, se sugiere que la
familia ejecute las siguientes acciones:
§ Usar canales de apoyo para el
intercambio oportuno con los especialistas (telefónico, mensajería, online).
§ Usar grabaciones, videos e ilustraciones
que demuestren y guíen las acciones a desarrollar para la estimulación de los
niños, en la socialización.
§ Incluir a los niños en las tareas del
hogar, acompañados de familiares cercanos.
§ Mantener el vínculo por videollamadas
y/o telefónico con familiares y conocidos que se encuentren distantes.
§ Establecer horarios de actividades académicas
conjuntas.
§ Compartir juegos y vídeos; ver películas
juntos.
§ Reorganizar espacios de la casa para las
actividades independientes y colectivas.
§ Potenciar el uso de pictogramas para el
intercambio de imágenes y códigos entre los familiares (descripción de la
COVID’19 como enfermedad, y los síntomas y precauciones ante esta).
No
desearíamos dejar al margen, en última instancia, que el desarrollo psíquico
del niño y, por ende, del niño con TEA, está directamente ligado a su
percepción. ¿Cuál es la relevancia en extremo significativa de esta idea? La
psicología como ciencia debe dedicarse al estudio de la percepción y del
pensamiento, como los únicos fenómenos estrictamente psíquicos (Bermúdez y
Rodríguez, 2018). Los primeros estadios del desarrollo psíquico, en la
ontogénesis, se caracterizan predominantemente por el surgimiento y desarrollo
de los fenómenos de naturaleza psíquica inconsciente (Bermúdez y Rodríguez,
2018). Ello trae a colación la defensa de la idea que sostiene el marcado
aprendizaje mediante pictogramas para el intercambio de imágenes en esta edad.
El aprendizaje perceptual bien puede explicarse a raíz de la fórmula E-R, tan
conocida por el condicionamiento clásico de E. Thorndike y el conexionismo de
Skinner. La conexión de un estímulo con la respuesta correspondiente ha de
producir el aprendizaje instrumental motor en el menor que, en última
instancia, bien puede hallarse dentro de la clase de aprendizajes por
encadenamiento de movimientos, dígitos y verbales (Rodríguez y Bermúdez, 2005).
En consecuencia, las metodologías de enseñanza –y de aprendizaje— no pueden
estar al margen de este conocimiento científico psicológico, que defiende la
repetición de las acciones –bajo determinada frecuencia y periodicidad-- como conditio
sine qua non de que se produzcan los aprendizajes psicológicamente
pertinentes.
No es
difícil advertir, dentro de las acciones a ejecutar por el maestro con su
influencia educativa, o el alumno en la ejecución de las acciones de
aprendizaje, que las acciones de estimulación del niño con TEA están dirigidas
inexorablemente al plano instrumental motor del psiquismo. De ahí que los
aprendizajes del menor estén sujetos a los juegos escolares y a las imágenes u
objetos que se le presentan. Eso explica, además, que los tiempos de pandemia
exigen aprendizajes de cadenas motoras específicas, de acuerdo con el uso de
las tecnologías de la información y la comunicación y bajo una frecuencia y
periodicidad que resultan del ritmo peculiar de aprendizaje del alumno. Pueden
citarse, entre ellos, el TEACCH --Tratamiento y Educación de Niños con
Autismo y Problemas Asociados de Comunicación--, el ABA –Análisis conductual
aplicado--, LOVAAS --Lovaas Foundation: centro clínico, de formación y de
investigación, que ofrece programas de intervención conductual, temprana e
intensiva para niños con Trastorno del Espectro del Autismo, que emplean
procedimientos típicos para la modificación de la conducta, aun cuando sus
autores no declaren explícitamente que dichos aprendizajes deban reducirse a la
clase de aprendizajes instrumentales motores, cuya naturaleza responde a la
regulación perceptual del psiquismo –instrumental, motor, inconsciente y poco
regulado--, características conspicuas de dicha regulación, según Bermúdez y
Rodríguez (2018).
Por su
lado, la TCC --Terapia cognitivo-conductual--, tan cacareada en los ejercicios
de modificación de la conducta en los niños con TEA, a nuestro juicio, no deben
formar parte de la pléyade de métodos que responden a ese objetivo. Si por
definición, la TCC son orientaciones de la terapia cognitiva que focalizan la
relación del pensamiento y la conducta, y el desarrollo intelectual infantil,
según la periodización de Piaget, no contempla el pensamiento, más que como
estructura de operaciones, como “pensamiento” operacional concreto hasta los 7
años, entonces, es lógico inferir conclusivamente que al niño no puede ser
aplicado dicho método. Si, por demás, el niño que ante sí tenemos, tenga TEA o
no, presenta deficiencias en su regulación psíquica cognitiva –recordemos que
estamos hablando de la percepción, no del pensamiento--, entonces sería poco
probable que podamos condicionar cambios en su conducta bajo el influjo
terapéutico cognitivo –de pensamiento-- sobre esa esfera. Nada más
contradictorio.
No nos
llamemos a engaño, el niño no es sensible a la denominada toma de conciencia,
sobre la cual la mayoría de los autores hacen descansar aquel pretendido
cambio. Si somos rigurosamente consecuentes y compartimos plenamente la teoría
del investigador ginebrino, según el cual el desarrollo intelectual del niño
comienza de 0 a 2 años, con la etapa sensorio-motriz, de 2 a 7, continua con la
etapa preoperacional y de 7 a 12 años, aproximadamente, comprende la etapa de
las operaciones concretas, entonces ni por asomo podemos hablar de pensamiento,
sintetizando la mediación entre la realidad y él. No está demás señalar, como
lo hace Piaget (2003), por ejemplo, que “el niño de 6 a 8 años no compara la
parte (…) con el todo (…), sino que, por el contrario, compara la parte (…) con
la parte (…). Si se retira una parte, el todo ya no existe” (p.282). Y esto
está sucediendo en niños con rendimiento cognitivo ajustado a la edad
psicológica. A nuestro favor, Piaget aclara:
Cierto número de autores se han encontrado con
que niños de dos a cuatro años podían relacionar un perro con un animal, una
dama con una persona y una margarita con una flor. Su conclusión era que los
niños habían alcanzado el nivel de la clasificación jerárquica. No podemos
estar de acuerdo con esto [la cursiva es añadida]. Lo que tales hechos
indican es que, dados ciertos elementos que les son ya familiares, estos niños
pequeños pueden superar el nivel de los conjuntos gráficos, y los
correspondientes esquemas lingüísticos se estructuran en partes y todos. Pero dicha
estructura no es la estructura de una clasificación operacional [la cursiva
es añadida]. (p.282-283)
Por si
fuera poco, Piaget asevera que “…las operaciones concretas no consisten sino en
una organización directa de datos inmediatos” [la cursiva es añadida]
(p.287). Por eso, no hay posibilidad alguna de que, entre la realidad del niño
y su reflejo de esa realidad, medie el concepto. “…Lo propio de su
naturaleza –refiere Piaget sobre los niños de esa edad-- es ser
inflexibles y rígidos” [la cursiva es añadida] (p.289). Por favor, ¡no le
pidamos peras al olmo! No hagamos pretendamos hacer del niño un académico.
La
búsqueda novedosa de respuestas, la creación de métodos de estimulación a los
niños con TEA y las nuevas vías de educación familiar que ha impuesto la actual
crisis, presuponen un cambio didáctico-pedagógico de todos los que se impliquen
en la nueva realidad social y familiar que hoy impera.
CONCLUSIONES
§ El concepto de socialización, por
definición, es lógica y epistemológicamente compatible con el concepto
psicológico de interiorización.
§ Los niños con TEA requieren de
condiciones muy estrictas para producir en ellos el aprendizaje de operaciones
que le permitan el ajuste más probable al contexto de actuación. De ahí las
acciones que se han enumerados como significativas, en aras de producirlos.
§ La familia, la escuela y la comunidad
configuran tres importantes contextos de actuación del niño que deben ser
considerados como conditio sine qua non de la atenuación de las
dificultades o la modificación de la subjetividad del niño con TEA, con el
subsiguiente aprendizaje de nuevos hábitos, de acuerdo con su alteración
psíquica y las nuevas condiciones de vida y educación.
§ Los aprendizajes preponderantes en el
niño con TEA responden a la clase instrumental motor, cuyo rasgo más relevante
es que se forman en virtud de la repetición de las acciones pertinentes.
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